Un diagnóstico de cáncer puede ser abrumador, pues, por lo general, la primera relación que tenemos es con la muerte. El impacto que esta enfermedad produce en las personas y sus familias puede ser contundente, tanto que el común de los testimonios es un antes y un después en sus vidas luego de haber sobrevivido a esta enfermedad. Aquí algunos increíbles testimonios de fortaleza, lucha, resiliencia, unión y amor:

Testimonio desde la experiencia familiar

El 17 de octubre de 2014 la vida le dio un vuelco total a Martha Cecilia Martínez, una mujer colombiana, casada y con dos hijos, uno de 20 años y uno pequeño de 7. Ese día, Juan Esteban (Juanes, como así lo llaman de cariño), el menor, fue diagnosticado con leucemia linfoblástica aguda, uno de los tipos de cáncer de la sangre más comunes en la niñez, pero que, adicionalmente, presentaba una condición que lo hacía más grave aún: tenía translocación genética con cromosoma Filadelfia.

Según relata Martha Cecilia “a partir de ese día nuestra vida cambió para bien; en los primeros días, que son de tristeza y angustia, recibimos los consejos de una amiga del alma y de una familia caleña que habían vivido el mismo proceso. De esta dura, pero fortalecedora experiencia, destacaré lo esencial:

1-Esta enfermedad nos enseñó que las enfermedades no son un castigo de Dios, sino que son parte de nuestra condición humana, se activan por las emociones.

2-Pudimos revisar al interior de nuestra familia lo que debíamos cambiar: acercarnos más a Dios, amarnos más y estar más pendientes de Juanes.

3-Este proceso se saca adelante con Dios, el amor y la ciencia; la unión de las tres es fundamental. Dios nos sana a través de la medicina”.

Luego de un proceso de tratamiento de alrededor de 3 años, que incluyó quimioterapias, radioterapias y un trasplante de médula ósea, así como cuidados con asepsia extrema y una entrega llena de mucho amor y retos para Martha, pues se dedicó 100% al cuidado de su hijo dejando a un lado su trabajo y su vida cotidiana, hoy en día él está libre de cáncer, “va a cumplir 13 años, cursa 7° grado, sigue en controles médicos y nosotros seguimos cogidos de la mano de Dios y buscando ser mejores seres humanos cada día”, puntualiza.

Testimonio desde la experiencia del paciente

Mónica Davis, una colombiana de nacimiento, de 41 años de edad, quien desde el año 1999 vive en Estados Unidos, vio cómo en mayo 11 del 2011 el miedo y la angustia se apoderaban de ella luego de escuchar de su médico el diagnóstico que todos más tememos: tenía cáncer.

“En ese momento, llego a mí una oscuridad tan inmensa, que no veía luz, pensaba en la muerte”, relata Mónica. El día que fue a visitar a su oncólogo, este le expresó que su enfermedad (linfoma folicular no Hodgkin) era incurable. El tratamiento para su cáncer, que estaba en estado 4 y lo tenía en el cuello, pecho y abdomen, era la quimioterapia. “Cuando salí de su consultorio pensé en el pequeño David y el grande Goliat de la Biblia y le dije al cáncer: ‘¡No lucharé con armas, ni con ejércitos, sino con el Espíritu de Dios!’. Y, desde ese día, mi quimioterapia comenzó a ser ‘mi Cristoterapia’”, indica.

Siempre contó con el apoyo de su esposo, sus 3 hijos, su familia y amigos. “Mi ‘Cristoterapia’ duró 1 año y, finalmente, el doctor me dijo que estaba en remisión. Pero a Mónica la vida la pondría a prueba una segunda vez, pues, en el 2015, su oncólogo le informó que su cáncer había regresado, enfrentándola de nuevo con sus miedos.

“Esta vez como era una recaída, debía hacerme un tratamiento más agresivo, el cual requería hospitalización y un trasplante de medula ósea usando mis células madre. Después del trasplante mi proceso de recuperación duró varios meses hasta el día en que pude volver a incorporarme a mi vida diaria. Hace ya 3 años que estoy en remisión de nuevo y sigo con controles. El cáncer cambió mi vida y la de mi familia, pero nos trajo grandes bendiciones”, concluye.